Resumen:
Las páginas que siguen son un
comentario de la difundida fórmula de Meyerhold según la
cual el actor sería la “suma” de una tarea impuesta desde el
exterior y de un cuerpo dócil en condiciones de cumplirla(1).
Debemos entender entonces –pese a algunas ambigüedades
en la definición de Meyerhold‐ que el “exterior” aquí aludido
es lo extraño a un cuerpo dispuesto, aunque no forzosamente
lo que viene de un otro (director, dramaturgo o partenaire). Los capítulos que aquí se introducen son sólo los
primeros pasos de una indagación sobre los modos en que las
prácticas y las reflexiones sobre el oficio actoral en el último
siglo y medio han ido construyendo matrices, diagramas o
figuras –predominantemente ternarios o trinitarios‐ para
estructurar o guiar las dos inclinaciones del pensar escénico.