Resumen:
Entre los sentimientos fluctuantes de un observador y la inmensidad de una realidad oceánica, emerge una escritura posible. El marino viajero, narrador nato, saca de su interioridad lo que muchos sueñan conocer: paisajes paradisíacos, formas de vida, mundos acuáticos y aéreos que se transforman en signos, en metáforas. Los espacios recorridos siempre derivan en relatos, extensos o breves; y al mismo tiempo, las aventuras narradas no se limitan sólo a ser trasladadas al campo del lenguaje sino que, como señala De Certeau, "organizan los andares" (De Certeau, 1996:128).