Resumen:
El siglo XXI es el escenario de la concreción de los cambios culturales que comienzan a evidenciarse a partir de los años setenta. Compartimos la idea de que estos cambios son graduales, con mayor o menor celeridad dependiendo de los componentes o dimensiones de la que se trate, en un contexto complejo, marcado, por un lado, por las incertidumbres, la inmediatez, las convergencias y las resistencias que ponen en tensión las tradiciones, comportamientos y modos diversos de vínculos sociales, y, por otro, por el conservadurismo y la apatía que en muchos de los casos se nutren del negacionismo y del discurso del odio como una forma de no admitir los cambios que incluyen y visibilizan a la diversidad. Una época de reconfiguraciones sociales, políticas y económicas que, alejado de la garantía ineludible de la justicia social, ha profundizado las desigualdades.
Los cambios culturales, de los que somos parte, interpelan los sentidos, las funciones y las atribuciones de las instituciones de nuestras sociedades. Como características propias de la cultura, la construcción, la dinamicidad y la indeterminación desafían los modos de pensar, creer, hacer, decir y crear en un mundo en movimiento y, en ese movimiento, construir colectivamente su carácter inacabado.